Posteriormente con la expulsión de los frailes franciscanos la iglesia quedó abandonada junto al convento. En 1918, bajo la administración de la orden de los jesuitas, quienes tenían posesión de la propiedad, se iniciaron los trabajos que cambiaron en su totalidad la fachada y estilo de la iglesia, a fin de adaptarla a la tendencia arquitectónica del momento, dando como resultado la apariencia que se le aprecia en la actualidad.
Estos trabajos incluyeron la aplicación de varios estilos arquitectónicos que se reflejan en la estructura actual, entre las cuales se encuentran el gótico, románico, renacentista y neorromántico
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